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¿Qué es el grado de dureza del agua y cómo influye en las instalaciones?

¿Qué es el grado de dureza del agua y cómo influye en las instalaciones?

En instalaciones hidráulicas, tanto residenciales como industriales, uno de los factores más relevantes para la durabilidad y el buen funcionamiento del sistema es la dureza del agua.

Aunque muchas veces este concepto pasa desapercibido para el usuario final, los fontaneros y profesionales del sector saben que una mala gestión del agua dura puede causar problemas importantes: incrustaciones, obstrucciones, fallos en equipos y un mantenimiento más costoso.

En este artículo te explicamos qué es exactamente la dureza del agua, cómo se mide de forma práctica y cómo afecta a las instalaciones.


¿Qué es la dureza del agua?

El agua que circula por nuestras tuberías no es completamente pura. Contiene una serie de minerales disueltos que varían según el tipo de suelo y las rocas con las que ha estado en contacto. Los dos principales responsables de la dureza son el calcio y el magnesio. Cuanto más altos son sus niveles, más “dura” es el agua. Por el contrario, si el agua tiene muy pocos minerales, se considera blanda.

Aunque la dureza no representa un riesgo para la salud, sí tiene consecuencias directas sobre las instalaciones: afecta el estado de las tuberías, la eficiencia de los equipos y la durabilidad de todos los elementos en contacto con el agua (especialmente si se calienta).


¿Cómo se mide la dureza del agua?

Aunque existen métodos de laboratorio más complejos, a nivel práctico la dureza del agua suele expresarse en grados franceses (°f) o en miligramos por litro (mg/l) de carbonato cálcico (CaCO₃), que es el principal mineral que contribuye a la formación de sarro.

Para que te hagas una idea, un grado francés equivale a aproximadamente 10 mg/l de carbonato cálcico. Esta equivalencia permite establecer clasificaciones orientativas de la dureza del agua según su concentración, que pueden variar ligeramente en función de la normativa o el criterio técnico empleado:

  • Cuando el agua tiene menos de 7 grados franceses, se considera muy blanda.
  • Entre 8 y 15 grados franceses, se clasifica como blanda, sin un riesgo notable de formación de cal.
  • Si la dureza está entre 16 y 25 grados franceses, hablamos de agua moderadamente dura, que puede empezar a generar incrustaciones, sobre todo en instalaciones de agua caliente.
  • Cuando se superan los 26 grados franceses y hasta unos 35, el agua se considera dura, con alto riesgo de sarro y obstrucciones progresivas.
  • Por encima de los 35 grados franceses hablamos de agua muy dura, donde la formación de depósitos calcáreos es prácticamente inevitable sin medidas preventivas.

¿Qué problemas genera el agua dura en las instalaciones?

Cuando el agua contiene altos niveles de minerales como calcio y magnesio, estos tienden a precipitarse en forma de sarro o incrustaciones sobre las superficies internas de tuberías, accesorios y equipos.

Las consecuencias más relevantes para instalaciones y mantenimiento son:

1. Incrustaciones en tuberías

El calcio y el magnesio disueltos en el agua tienden a adherirse a las paredes internas de las tuberías, formando depósitos sólidos conocidos como sarro o incrustaciones calcáreas. Con el tiempo estos depósitos:

  • Reducen el diámetro útil de la tubería.
  • Disminuyen el caudal.
  • Aumentan la pérdida de carga y presión.
  • Pueden llegar a obstruir completamente ciertos tramos.


Este problema es especialmente grave en redes de agua caliente, donde la temperatura acelera la precipitación de minerales.

2. Daños en válvulas y mecanismos

La cal también se acumula en piezas móviles como grifería, válvulas de corte, termostatos o mecanismos de descarga. Esto puede provocar:

  • Atascos.
  • Pérdida de estanqueidad.
  • Fallos prematuros.

Una mala calidad del agua, unida a un diseño de instalación deficiente, acorta drásticamente la vida útil de estos componentes.

3. Menor eficiencia energética

En calderas, termos eléctricos y acumuladores, el sarro actúa como una barrera aislante entre la resistencia y el agua. Esto obliga a los equipos a:

  • Usar más energía para alcanzar la temperatura deseada.
  • Trabajar durante más tiempo.
  • Sufrir un mayor desgaste térmico.

4. Fallos en electrodomésticos

Equipos como lavadoras, lavavajillas, cafeteras o calentadores instantáneos también sufren con el agua dura. Las averías más comunes están relacionadas con:

  • Resistencias quemadas.
  • Obstrucción de conducciones internas.
  • Pérdida de presión o caudal.

Además, el uso de agua dura en estos aparatos reduce la eficacia de jabones y detergentes, lo que obliga al usuario a emplear más producto y genera más residuos.


5. Problemas estéticos y limpieza

El agua dura deja manchas blancas (cal) sobre grifos, mamparas, duchas, cristales o sanitarios. También puede favorecer la formación de moho en juntas y provocar que los tejidos queden más rígidos tras el lavado.


¿Y qué pasa con el agua blanda?

Aunque es menos frecuente, el agua excesivamente blanda también puede dar problemas, especialmente cuando tiene un pH bajo o ha sido tratada de forma incorrecta.

En estos casos, el agua puede volverse corrosiva y empezar a atacar materiales metálicos de la instalación, especialmente si no están correctamente protegidos. Esto puede provocar:

  • Corrosión interna en tuberías.
  • Fugas en uniones.
  • Pérdida de resistencia estructural en conducciones metálicas.

Por eso, el objetivo debe ser siempre mantener una dureza equilibrada, adaptada al tipo de instalación.

¿Qué puede hacer un profesional ante la dureza del agua?

1. Evaluar la dureza local

Antes de diseñar o ejecutar una instalación, conviene conocer el nivel de dureza del agua en la zona. Esta información se puede obtener:

- A través de informes del suministrador.
- Con dispositivos de medición portátiles.
- Mediante el análisis de laboratorio.

2. Elegir materiales adecuados

En zonas de agua dura, conviene evitar ciertos materiales metálicos susceptibles a incrustaciones o corrosión. Se recomienda el uso de:

- Tuberías multicapa o PEX.
- Válvulas con cuerpos resistentes a la cal.
- Elementos desmontables para facilitar el mantenimiento.

3. Instalar sistemas de tratamiento

En instalaciones afectadas por agua dura, se puede mejorar la situación instalando:

- Filtros antical o de sedimentos.
- Descalcificadores por resina de intercambio iónico.
- Sistemas electrónicos o magnéticos que pueden reducir la adherencia del calcio.

4. Ofrecer mantenimiento preventivo

La revisión periódica de termos, válvulas, grifería y caudales ayuda a detectar obstrucciones antes de que provoquen fallos graves. Incluir el mantenimiento preventivo como parte de tus servicios es una excelente forma de aportar valor y fidelizar a los clientes.

En conclusión, la dureza del agua es un factor fundamental en cualquier instalación de fontanería, aunque a menudo se subestime. Como profesional, entender qué es, cómo se mide y cómo influye en cada tipo de instalación te permitirá ofrecer soluciones más duraderas, eficientes y seguras, desde la fase de diseño hasta el mantenimiento de la instalación.