Durante años, el suelo radiante ha pasado de ser un lujo reservado a viviendas de alta gama a consolidarse como una solución técnica de referencia en el sector de la climatización.
Hoy, con la irrupción de la aerotermia y la tendencia a los sistemas de baja temperatura, el suelo radiante se confirma como el emisor térmico más coherente con la nueva etapa energética.
Para el instalador profesional, esto no es solo una oportunidad comercial, sino también una exigencia técnica: dominar este tipo de instalaciones marca la diferencia entre “colocar tubos” y diseñar confort y eficiencia.
Un sistema que encaja con las nuevas fuentes de calor
El suelo radiante trabaja con temperaturas de impulsión muy bajas (30–35 °C), frente a los 60–70 °C de los radiadores convencionales.
Esta característica lo convierte en el emisor perfecto para bombas de calor aire-agua y sistemas híbridos, maximizando su rendimiento (COP) y reduciendo el consumo eléctrico.
Según datos del IDAE, las bombas de calor han superado ya el 50% de las nuevas instalaciones residenciales en España y el suelo radiante es su complemento natural.
No se trata solo de confort: se trata de diseñar sistemas eficientes, normativamente sólidos y preparados para el futuro.
Confort medible, no subjetivo
Los usuarios perciben el confort cuando la temperatura de los pies es ligeramente superior. El suelo radiante proporciona ese equilibrio: una temperatura de aire ambiente menor con igual o mayor sensación térmica.
Desde el punto de vista técnico, el instalador sabe que esto significa:
- Menos estratificación térmica.
- Menos movimientos de aire y polvo.
- Mejor aprovechamiento del calor acumulado.
Es un confort “silencioso”, sin radiadores ni corrientes, que fideliza al cliente por experiencia.
La instalación: donde se gana (o se pierde) la eficiencia
Un suelo radiante no se mide por el precio del tubo ni por la distancia entre ejes, sino por cómo se diseña, equilibra y controla.
Algunos puntos que marcan la diferencia profesional:
- Equilibrado hidráulico y purgado completo: esenciales para rendimiento real.
- Selección de materiales: tubo con barrera de oxígeno, paneles aislantes con lámina térmica y resistencia adecuada al paso de calor.
- Control zonificado: válvulas motorizadas, termostatos con sonda de suelo y sistemas domóticos.
- Gestión de inercia térmica: calibrar tiempos de respuesta y evitar sobrecalentamientos en espacios bien aislados.
- Acabado del pavimento: priorizar materiales conductivos (cerámica, piedra, vinílicos técnicos) y controlar espesores.
El contexto del mercado español (2024–2025)
El mercado de calefacción movió cerca de 922 millones de euros en 2024, con un crecimiento del 5 % en suelo radiante, según FEGECA. El impulso viene de tres frentes:
1. La expansión de la aerotermia, que necesita emisores de baja temperatura.
2. El CTE y la normativa de eficiencia energética, que premian los sistemas con menor salto térmico.
3. La rehabilitación energética, donde los sistemas de bajo espesor permiten instalación sin gran obra.
El coste medio ronda aproximadamente los 120–130 €/m² en obra nueva (instalación completa con aerotermia), una inversión que, bien explicada, el cliente entiende como de larga vida útil y bajo coste de operación.
Lo que cambia el juego: el control inteligente
Cada vez más, el rendimiento depende del sistema de regulación. Los controles actuales permiten:
- Zonificar por estancia o uso.
- Ajustar la impulsión según temperatura exterior (curva climática).
- Integrarse con sistemas domóticos o gestión remota vía app.
El profesional debe dominar estos elementos: son los que diferencian una instalación básica de una instalación eficiente y vendible como “premium”.
Retos reales que el instalador debe gestionar
- Coste inicial: requiere explicar al cliente amortización y beneficios energéticos a medio plazo.
- Uso intermitente: no es un sistema “de encender y apagar”; conviene en viviendas de uso continuo o bien reguladas.
- Aislamiento del edificio: un suelo radiante mal aislado es un sistema desaprovechado.
- Formación técnica: el control, el equilibrado y la compatibilidad con bombas de calor exigen instaladores cualificados.
El reto no está en el sistema, sino en la ejecución y la comunicación con el cliente final.
Hacia dónde va el suelo radiante en 2025
El futuro inmediato pasa por tres líneas claras:
1. Integración total: suelo radiante + bomba de calor + ventilación controlada bajo una misma gestión.
2. Digitalización y mantenimiento preventivo: monitorización en tiempo real y mantenimiento remoto.
3. Sistemas ultrafinos: módulos de 18–20 mm que facilitan reformas sin elevar forjados.
El instalador que domine hidráulica, control y eficiencia energética será el que lidere la nueva etapa del sector. El suelo radiante ha dejado de ser “una opción más” para convertirse en la base de los sistemas de calefacción eficientes. Su compatibilidad con energías renovables, su confort y su rendimiento lo hacen ideal para la nueva generación de viviendas y edificios terciarios.
Pero su éxito depende de una figura clave: el instalador profesional, que entiende el sistema, lo dimensiona correctamente, lo regula con criterio y lo entrega ajustado al cliente. En definitiva, la eficiencia no está en el tubo, sino en quien lo instala.
